Tengo una pieza de cerámica que guardo con mucho cariño.
Una pieza típica de cerámica toscana, un recuerdo de la época en que viví en Italia.
Un sol, una especie de amuleto, que siempre, donde quiera que viva, tiene un lugar especial, su propio altar.
Una exaltación del espíritu solar, una llamada al astro rey que me gobierna, incluso en inviernos fríos y sombríos.
Haciendo el “ejercicio” de abrir las ventanas en invierno para ventilar la casa durante al menos 5 minutos, el viento entró con toda la fuerza y sopló mi cerámica, estrellándola contra el piso.
Angustiada, al ver los pedazos esparcidos, lo tomé como un mal presagio.
Pensé en tirarla, pero en seguida me vino a la mente el "Kintsugi", una técnica de arte japonesa, que me parece más una filosofía.
Las piezas de cerámica rotas se reparan con paciencia y cuidado, se resaltan sus grietas, incluso en oro, al fin y al cabo recreando la pieza misma donde se asume su imperfección con nobleza y belleza.
En tiempos en los que rápidamente decidimos descartar en lugar de reparar, donde aún persiste la exaltación de la belleza perfecta, donde algunos todavía trabajamos en nuestro síndrome del perfeccionista y en un año donde mucho ha sido dañado y/ o roto ...
Deseo que siempre podamos, con amor y cariño, reconstruirnos, recrearnos.
Que podamos aceptar y honrar nuestras cicatrices y abrazarlas con verdad, amor y nobleza.
Que así amemos, que así nos amemos a nosotros mismos y que así nos amen.
Para que, por fin, podamos caminar, seguir adelante, todos y cada uno juntos, piezas únicas, preciosas, perfectas en su imperfección ...
Al final, como la vida misma.
El sol siempre brillará,
se hace presente inclusive filtrándose por las grietas.
¡Te deseo un año nuevo imperfecto y brillante!
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