En el artículo anterior, te deseé un feliz año imperfecto y brillante.
Te conté sobre como el viento invernal irrumpió en mi casa y despedazó una cerámica que tenía un valor importante para mí. Te hablé también sobre el Kintsugi, una técnica/ filosofía japonesa que consiste en reparar objetos de cierta forma recreando la pieza, dándole un nuevo carácter y valorizando las quebraduras, con belleza.
(Si te interesa leer el texto completo puedes hacerlo aquí: Te deseo un año nuevo imperfecto y brillante
Hablé de aceptar nuestras quebraduras, nuestra imperfección, con amor y nobleza.
Algunos pueden decir: ¡Sorry, a mí me gustan las cosas bien hechas! o ¡Mi meta es hacer las cosas perfectamente bien! o ¡Yo soy muy responsable y hacer las cosas bien es lo que se debe hacer!
Si, es cierto…El perfeccionismo es un valor muy bien visto en la sociedad occidental.
A lo largo de la vida, aun ya desde chicos hemos escuchado frases como: "Hazlo mejor!" "Hacerlo bien es solo tu obligación", "Es tu deber hacer las cosas bien"
Ya desde la escuela vivimos como se apuntaba a la estigmatización y a la penalización del error. ¡Cómo si alguien hubiera nacido sabiéndolo todo!
¿Cómo alguien podría ya hacer bien algo si está aprendiendo?
¿Cómo alguien podría hacer algo perfecto en el primer intento si es algo nuevo que hace por pimera vez?
Muchas personas piensan que el perfeccionismo es el gusto, la responsabilidad de hacer bien las cosas y muchos creen que es la llave del éxito.
El perfeccionismo aparentemente estaría asociado a la responsabilidad, al deber, a la disciplina, a la rectitud, en definitiva, a la calidad moral de las personas.
La escritora, profesora e investigadora de la Universidad de Houston, Brené Brown, nos dice que lejos de ser la llave del éxito, el perfeccionismo es la llave de la frustración, la ansiedad y en algunos casos, inclusive de la depresión.
¿Y por qué?
Es que el perfeccionismo es como un virus que lo contamina todo, el trabajo, las relaciones, uno mismo.
El perfeccionista es absolutamente exigente con él mismo y con los otros.
Vive estresado y siembra tensión y stress por donde pasa.
Otra característica del perfeccionista es que pierde oportunidades.
Siempre está a la espera del momento perfecto, el amor perfecto, el trabajo perfecto y muchas veces no concreta los proyectos, porque siempre hay algo por cambiar, siempre le falta algo. Y vive frustrándose.
En su libro "Los dones de la imperfección", Brené Brown marca una diferencia clara entre el perfeccionismo y dar lo mejor de si, hacer lo máximo posible, que me parece interesante resaltar.
La investigadora remarca que el perfeccionista está centrado en la opinión de los otros, en la aprobación de los otros, mientras quien se esfuerza haciendo lo mejor que puede y sabe, se centra en si mismo, sanamente, basado en valores como la perseverancia, la paciencia y la persistencia.
No se trata de ser mediocre y conformarse con cualquier cosa, se trata de hacer el máximo posible, abrazando nuestra capacidad de equivocarnos y de aprender de ello.
Se trata de que sepas el valor que tienes y que no necesites estar demostrando todo el tiempo que tan bueno eres con la necesidad de que los otros te validen.
Porque tu ya sabes bien lo que vales. Y eso nada tiene que ver con que te equivoques o no, como todo ser humano, sino con quien eres.
Se trata de aceptarnos y amarnos como somos y así aceptar y amar a los otros, en definitiva como la vida misma, maravillosa en su perfecta imperfección.
En este nuevo año, te encorajo -y me encorajo a mi misma- a vivir el presente, a no esperar el momento perfecto y hacer las cosas día por día, haciendo lo máximo posible, con lo que tienes de mejor.
A tratarte mejor y tener más compasión.
A aceptar tu imperfecciones y las de los otros y así continuar caminando.
¡Eres imperfecto/a y está perfecto!
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Tomé esta foto, detalle de un mosaico homenaje a la magnífica Rosa Parks, en la Estación Rosa Parks. París 19. Ph @silpartucci
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